Las propuestas que cierran nuestra trilogía sobre la Castilla-La Mancha de Cervantes son una invitación para descubrir algunos de los secretos mejor guardados de su vida y de la obra que le hizo inmortal.

“Por el amor que me mostráis, decís, y aun queréis, que esté yo obligada a amaros. Yo conozco, con el natural entendimiento que Dios me ha dado, que todo lo hermoso es amable; mas no alcanzo que, por razón de ser amado, esté obligado lo que es amado por hermoso a amar a quien le ama”. Son las palabras que la pastora Marcela pronuncia en la obra cervantina, que bien pudiera ser uno de los primeros discursos feministas de la historia y que algunos aseguran que fue una historia narrada a don Quijote por un cabrero de Manzanares.Esas palabras nos sirven para recomendar la visita a esta localidad que atesora un magnífico patrimonio histórico y cultural, que no defraudará en su oferta gastronómica y que nos puede servir como centro de operaciones para acercarnos a fantásticos rincones naturales como las Lagunas de Ruidera y el Parque Nacional de las Tablas de Daimiel, y a villas de especial encanto como Almagro.

Plaza de Manzanares.

Las trazas quijotescas aparecen también en Belmonte. La famosa expurgación de la biblioteca de don Quijote es recreación de la quema de libros de la biblioteca del Marqués de Villena, a su vez señor de la villa de Belmonte. El espectacular y soberbio Castillo, escenario de numerosas películas, y la Colegiata de San Bartolomé, son visitas obligadas en un callejero de blancas fachadas en las que se suceden conventos, casonas, palacios, ermitas y recogidas plazas.

Castillo de Belmonte.

Más al sur (a unos 45 minutos en coche), merece la pena acercarse a la ermita de la Virgen de Rus, lugar donde se origina el famoso grito de “voto a Rus” pronunciado por Sancho Panza en el capítulo XIX del Quijote. La ermita se encuentra en el término municipal de San Clemente, cuyo renacentista y señorial núcleo urbano obliga a una parada sosegada. La villa es todo un descubrimiento. Como ocurre con muchos de estos pueblos dispersos en las onduladas planicies manchegas, su riqueza patrimonial sorprende y emociona. El Pósito, el Ayuntamiento, el Arco Romano, palacios, casonas, puentes, conventos, edificios religiosos, civiles, populares... son las pinceladas que encontraremos a cada paso.

Al norte se levanta Uclés, una de esas joyas de La Mancha que impresionan. El pequeño, castellano y blanco caserío, en el que se suceden las casas solariegas, está dominado por las torres y murallas del Castillo y por el monumental Monasterio, conocido como “el Escorial de La Mancha”. Sus dependencias reúnen una calidad artística y un valor histórico que hacen que su visita no deje indiferente.

Monasterio de Uclés.

En el recorrido por los lugares quijotescos y cervantinos que Castilla-La Mancha ofrece al viajero no puede faltar la visita a El Toboso, patria natal de la sin par Dulcinea. Entre encaladas fachadas y un típico caserón manchego se encuentra la Casa Museo de Dulcinea, en cuyas dependencias se recrea la época de Cervantes. Curiosa y amena es también la visita al Museo Cervantino que alberga una fascinante colección de ediciones del Quijote. Además, y como colofón, sepa el viajero que su iglesia parroquial de San Antonio Abad dio lugar a la quijotesca sentencia “con la iglesia hemos dado, Sancho”, que popularmente ha devenido en el popular “con la iglesia hemos topado, amigo Sancho”.

Ejemplar del Quijote firmado por Nelson Mandela en el Museo Cervantino de El Toboso.

Algunas de las hazañas más populares del Caballero de la Triste Figura las sitúa Cervantes en el Campo de Montiel, comarca situada al sur de las provincias de Ciudad Real y Albacete. En su centro geográfico emerge Villanueva de los Infantes, que pugna por ser la patria de Alonso Quijano. La rojiza piedra caliza de sus palacios, iglesias, conventos (en el de Santo Domingo murió Quevedo y allí se conserva su celda) y edificios civiles contrasta con el blanco de su caserío. Su espectacular Plaza Mayor es el centro neurálgico de una visita imprescindible.

En este recorrido por los lugares quijotescos y cervantinos no podemos dejar de recordar que Miguel Cervantes mantenía lazos familiares en Cuenca y Guadalajara, que en las tercera salida hizo pasar al Ingenioso Hidalgo (camino de Zaragoza) por la Serranía de Cuenca, el Alto Tajo y las parameras de Molina de Aragón; espacios que, con la imagen aventurera del caballero y su fiel escudero en el recuerdo, tendremos oportunidad de visitar si el lector así lo desea...