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Pizarra y paisaje
Se ha convertido en uno de los rincones de interior preferido por los viajeros; y atesora sobrados motivos para ello. Los pueblos de la Arquitectura Negra del norte de Guadalajara configuran un singular ramillete de pequeñas localidades cuyo caserío destaca por la utilización en su construcción de piedras de color oscuro o rojizo y lajas de pizarra negra en sus tejados (de donde toma el nombre). Por fortuna, estos pueblos han sabido conservar esta tipología urbana que, junto a una esmerada rehabilitación de los caseríos, ofrecen al visitante un entorno único y sorprendente, con una identidad propia y una rotunda personalidad.
Majaelrayo.
Junto al valor arquitectónico y etnográfico de sus núcleos urbanos, estas tierras atesoran un extraordinario valor paisajístico y natural. La zona se encuentra enclavada en el Parque Natural de la Sierra Norte y su gran variedad climática hace posible que podamos disfrutar de hayedos, quejigares, pinares de pino silvestre, enebrales y encinares. En sus cielos es posible avistar especies como el águila real, el halcón peregrino, el buitre leonado o el búho real. Y en sus bosques habitan corzos, lobos, zorros, ginetas o gatos monteses. Abundan arroyos y riachuelos que bajan con aguas cristalinas desde los rocosos cerros. Entre estos últimos, y como vigía de la zona, destaca el pico Ocejón con sus 2.048 cubiertos por la nieve durante los duros inviernos. La naturaleza es hermosa y agreste, pero a la vez amable, invitando al paseo sosegado. El punto más acuático lo ofrece el embalse del Vado. Y no muy lejos encontramos el Hayedo de Tejera Negra, uno de los grandes tesoros de la biodiversidad de Castilla-La Mancha.
Palacio Ducal de Medinaceli en Cogolludo.
De sur a norte el viajero bien puede empezar su ruta por Cogolludo, dominado en lo alto por las sólidas ruinas de su castillo y donde es obligada la visita al Palacio Ducal de Medinaceli, una de las primeras joyas renacentistas de la Península. Una parada merece su magnífica Plaza Mayor. No muy lejos se levanta Tamajón, con el magnífico Palacio de los Mendoza, actual sede del ayuntamiento, la Casa de los Montufar, la iglesia parroquial, románica del siglo XIII, o la Ermita de Nuestra Señora de los Enebrales. Fuera del casco urbano, rememorando tiempos de vigorosa actividad industrial, se encuentran las ruinas de la fábrica de vidrio. Si por casualidad su visita coincide con los carnavales, no debe perderse las Botargas de Almiruete. En esta pedanía de Tamajón los mozos se visten en un lugar secreto de la montaña y, tras el toque de la cuerna, bajan de los cerros en fila y recorren la localidad en busca de las Mascaritas haciendo sonar sus cencerros. Una fiesta con más de mil años de antigüedad.
A escasos 10 minutos en coche, en Retiendas, se levanta el Monasterio de Santa María de Bonaval, o al menos lo que queda de él, que fue ordenado construir por Alfonso VIII de Castilla para la orden Cister, y que todavía conserva en sus ruinas el recuerdo de un esplendoroso pasado.
Iglesia de Campillo de Ranas.
Campillo de Ranas
En el valle del Jaramilla, Campillo de Ranas es uno de los ejemplos mejor conservados de los pueblos de la Arquitectura Negra. Las características obleas y lajas de pizarra son las de los gruesos muros del caserío, de sus tejados, del pavimento de sus calles y plazas, incluso de los muros de que delimitan los campos. Perfectamente integrada en el paisaje serrano, es punto de partida (junto a Majaelrayo y Valverde de los Arroyos) para ascender al pico Ocejón, y ofrece infinidad de agradables paseos que nos permiten conocer los pequeños núcleos de Roblelacasa, Robleluengo, El Espinar o la coqueta Matallana, muy cerca de las cascadas del Aljibe.
Majaelrayo.
Majaelrayo
Popularizado hace unos años por un famoso anuncio televisivo, Majaelrayo es otro de esos pueblos con indudable encanto en estas tierras guadalajareñas. De nuevo con el río Jaramilla y el pico Ocejón como destacados elementos geográficos, sus casas, calles y plazas invitan al paseo. Fuentes, ermitas, su iglesia perfectamente integrada, sus Baños del Robledo,que disfrutaron durante años de un gran prestigio por sus aguas curativas, se combinan con una naturaleza privilegiada. Recomendable es la excursión al arroyo y la cascada de la Matilla.
Danzantes de Valverde de los Arroyos.
Valverde de los Arroyos
En la otra vertiente del macizo que acoge el pico Ocejón se levanta Valverde de los Arroyos. Muy conocida por sus Danzas del Santísimo en la Octava del Corpus, la localidad ofrece en su arquitectura unos tintes dorados (debido al uso de la cuarcita) que aportan una luz especial a la negra y característica pizarra. Si queremos conocer las formas de vida tradicionales de esta comarca no podemos dejar de visitar su Museo Etnológico, donde además se rinde homenaje cultural a la actividad textil de la zona. Muy recomendable es la plaza Mayor, la Iglesia y la ermita de la Virgen de Gracia. Para los amantes de la naturaleza es imprescindible tomar el camino hacia la Chorrera de Despeñalagua que de forma escalonada desciende más de cien metros, y los más atrevidos pueden ascender hasta el pico Ocejón y disfrutar de unas espectaculares vistas.
Menos populares, pero rodeados de un agradecido entorno natural, Campillejo, El Espinar, Roblelacasa, Robleluengo y Palancares forman parte también de este espectacular rincón de la provincia de Gudalajara que ningún viajero que se precie debería perderse.
La singularidad de todos los pueblos de la Arquitectura Negra, sus ricos paisajes y la oferta gastronómica y hotelera, cada vez más cuidada y variada, son motivos de sobra para visitarlo. Una singularidad, por cierto, que le ha valido ser propuesta como candidata para acceder a la declaración de Patrimonio de la Humanidad. Méritos no le faltan.